El tercer concierto del Festival Pause estaba dedicado al Fuego. Una tautología de la escena. La fuerza del instante. Cuando Daniel Barenboïm pregunta a Pierre Boulez porque las indicaciones de tiempo de sus obras están tan lejos de la realidad cuando era director de orquestra, Pierre contestó: « cuando compongo, es agua. Cuando dirijo, es fuego. El tiempo no es el mismo.
Seguimos con la metáfora. La Tierra representa lo adquirido, la tradición la obra terminada que resiste al agua. El Agua, es una obra en evolución, un proceso de fabricación, la sensibilidad en acción. El Aire sería la inspiración, lo que viene del exterior y lo que viene del divino. El Fuego es la obra que nace, ahora, en el momento. El escenario es la prueba de fuego. Irónicamente la expresión “tirarse al agua” engaña ya que el agua apaga el fuego. Uno se tira al agua, pero no en el momento; en el momento uno se quema, coge riesgos. La música grabada nos aleja del fuego. La música clásica, con su complejidad, se aleha del fuego. El esfuerzo es grande para los interpretes de olvidar el trabajo, la técnica, los artificios para volver a encontrar la verdad. Maria Callas, es Fuego; Josef Hassid es Fuego; Leonard Bernstein es Fuego. Martha Argerich es Fuego
Con Manuel de Falla, estamos en la representación del Fuego. En Canciones populares españolas, el compositor traduce el folclórico para una cantante. Quiere volver a encontrar la esencia de su arte. Fijar gracias a la escritura el famoso duende que quema a los gitamos y músicos de flamenco. Perfectamente acompañada de Élodie Vignon al piano, Sarah Laulan nos ofrece la belleza de una llama, la imagen del fuego. El público español la celebra, como a un extranjero que empieza a hablar nuestro idioma, concentrándose en los matices y que nos hace tomar consciencia de la sofisticación de un idioma que usamos ya sin darnos cuenta.
Con Julien Brocal y Dana Zemtsov, no es el incendio de Atlanta sino una quimera. Algo intangible, salvaje e extraordinariamente natural. Nigun d’Ernest Bloch es pura inspiración.
El Fuego es mas difícil para los franceses: nuestro arte, sofisticado, esta a veces cortado a la raíz y nuestro idioma demasiado complejo. Para los ingleses también lo es, ya que desconfían de la naturaleza humana. Los alemanes, detrás de una eficiencia temible, están en un mundo ideal e ingenuo. Resulta más fácil para los rusos, españoles o africanos: el Fuego esta presente en sus genes.
Sin embargo, la verdad del fuego, fue, esta noche Isabelle Duthoit. Una artista que se produce con rareza y poco en los circuitos profesionales. La razón? El fuego asusta a los organizadores, a los agentes y al público. Estamos preparados para verlo en el cine, pero no en directo. Isabelle entra en el escenario en transe pero con un control absoluto; nos hace pensar a Janis Joplin, Nina Hagen o Björk. Nos recuerda a un animal, a una explosión de todos los sentidos, a una gruta profunda. Pero es única! Su amigo, el trompetista Franz Hautzinger se eleva a su lado, aunque ningún instrumento es tan bruto como la voz humana, y más la de Isabelle que grita la verdad hasta la obscenidad. Laure Stehlin y Robin Scott Fleming interpretan la civilización observando un fenómeno natural: parecen dos vulcanólogos en frente del Etna en erupción.
Con el Quinteto en Fa menor de Franck, Julien Libeer (piano), Rosanne Philippens, Caroline Goulding (violines), Dana Zemtsov (viola) et Camille Thomas (violonchelo) nos ofrecen uno de los grandes momentos de este festival. Con todo su arte y la belleza de su alma, se han tirado en el fuego de la pasión. Un fuego interior y profundo pero que puede abrazar el mundo como una cerilla encima de un tanque de gasóleo.
Después de la noche, el público se ha encontrado de nuevo alrededor del violonchelo de Camille Thomas. Con Bach, es al fuego de una estrella que esta maravillosa artista ha dado todo.