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PAUE BLOG - ES

Vueltas en el aire

Sophie Gravier

Fanny Ardant pretende que deberíamos escuchar la música contemporánea estando dentro de grande bañeras de agua caliente o de leche perfumado. En la Donaira, es más rural y montañoso, pero el espíritu es el mismo. Primero subimos un camino hacía las alturas. Para un concierto celebrando el elemento “aire” parece natural. Se podría subir a ciegas. Sentir el alineamiento irregular de las rocas debajo de sus pies. A la izquierda, el romero resinoso, mas adelante, la lavanda, a la derecha un suspiro de hinojo. Se oye a lo lejos el ruido del rio que va a regar los tomates del jardín.

El aire se pone más espeso y entramos en el vientre de la noche. La piedra cruje debajo de los pasos, y la cascada se hace eco. Casi estamos. Entramos en una especie de cuadra con techo que flota en los aires y aloja un esplendido piano de cola. Un Steinway llamado deseo. Durante el día, tiene una vista que corta el aliento, la noche deja lugar a la imaginación. La luna está en virgo esta noche y Venus nos permite acostarnos sobre alpacas de paja cubiertas de algodón. Recuerdos de niñez en la granja, risas y olor de pan mojado en leche caliente

Ayer por la noche, para la noche Tierra, el hombre y los elementos eran Uno. La Tierra era nuestra audiencia. Esta noche, es diferente, estamos dentro del estudio del artista… que vive al aire libre.

Julien Libeer y Rosanne Philippens usan todo su paleta de colores en la Sonata para violín y piano de Ravel. Un poco más de violeta en el “blues” para evocar la tierra lila de Andalucía, y un plata vivo para el que « Perpetuum Mobile » se vuele. La alquimia sigue con Laure Stehlin y Robin Scott Fleming. Buscamos y cavamos el cielo como decía Baudelaire, preguntamos el silencio de la noche. La magia está en la yema de los dedos. De repente, Lidy Blijdorp canta con su violonchelo. Insólito, la noche goza... Después, el piano de Damien Westrelin y el saxofono de Gerald Preinfalk dialogan. La manera refinada y delicada que tiene Damien al tocar piano se casa perfectamente con la voz de un Paganini del Viento, un Eole de vientos. Con el genio de Preinfalk, el techo vuela. Solo sus dedos deciden si es medio día o medianoche. Pinta, si, pero con sangre, lagrimas, risas. La noche se termina con la voz generosa y el temperamento a flor de piel de Sarah Laulan. Julien Libeer vuelve para un homenaje a Aretha Franklin. Y viene la hora de hacer la fiesta: en La Donaira Apollon y Bacchus nunca están muy lejos.